martes, 26 de junio de 2012

Rurrenabaque y las Pampas del Yacuma



Lo que no mucha gente sabe es que el 60% de Bolivia es selva amazónica. La cara más conocida de este país es quizá los Andes, las llamas y la coca, y muchos se sorprenden al descubrir que hay muchísimo más.

Aprovechando un fin de semana largo debido al festivo por el nuevo año aymara me fui a conocer por primera vez la selva amazónica. Y por suerte la tengo a 50 minutos en avión desde La Paz (o 20 horas en bus), en Rurrenabaque, uno de los puntos más turísticos de Bolivia y situado en el Departamento del Beni, junto al río Beni y puerta de entrada al Parque Nacional Madidi y al Área Protegida Municipal de las Pampas del Río Yacuma. Todo este área (de hecho todo el corredor ecológico Amboró-Madidi) está catalogado como uno de los espacios con mayor biodiversidad del planeta, tanto en flora como en fauna.

Así como el Madidi es pura selva amazónica y con una densidad de vegetación muy alta, el paisaje de las Pampas es más heterogéneo, con selva, humedales y sabana (los humedales representan el 20% del territorio boliviano). Y a este último me dirigí, contratando la visita de tres días, dos noches. Nada más llegar a Rurrenabaque y salir del avión me dio la sensación de estar en un lugar tropical. Su ambiente, sus olores, la forma de vestir de la gente, el clima caluroso, ver familias enteras en una moto... Todo ello me recordó inmediatamente al sudeste asiático o a alguna zona costera de centroamérica.

Después de buscar alojamiento me fui a dar una vuelta por el pueblo, es el típico lugar donde la vida es bien tranquila y no hay demasiado que hacer. La gente está en la calle sentados en sus tiendas o paseando y los adolescentes dando vueltas con sus motos sin rumbo fijo, simplemente por el hecho de hacer algo. En seguida hice mis averiguaciones para cenar en un sitio que no fuera el típico restaurante turístico, y lo encontré, me comí un surubí al ajillo espectacular en La Perla de Rurrenabaque. En "Rurre" hay alojamientos y restaurantes de todo tipo, desde lo más sencillito o lo más local hasta algunos sitios de alto nivel para turistas.

Vine algo preocupado por el tiempo, ya que en estos días había un frente frío proviniente del sur que estaba llegando al Beni, y efectivamente lo pillé, estuvo lloviendo la noche entera. A la mañana siguiente me reuní con el tour que había contratado para salir a las 9 de la mañana. En mi 4x4 íbamos una pareja belga, otra canadiense, dos suecos y yo, además de Antonio, nuestro guía. Amaneció medio lloviendo, y tuve miedo de que se cancelara el tour. Efectivamente el camino hacia Santa Rosa estaba totalmente embarrado e impracticable, con camiones atascadaos y alguno incluso volcado por haber intentado pasar.

Los 4x4 pasaron bastante bien, aunque alguna vez nos quedamos atascadaos y tuvimos que ser rescatados por otro coche mediante cadenas. Desde Rurre son unas 3 horas hasta Santa Rosa, donde se paga la entrada al parque (150 bolivianos para extranjeros, 50 nacionales) y llegamos al embarcadero. A partir de ahí unas 3 horas más en bote y por el río Yacuma hasta el alojamiento donde dormiremos en medio de la selva. Esa zona del río se compone de humedales y canales de agua preciosos, yo pensé que íbamos a remontar el típico río ancho y marrón de la amazonía pero nada de eso, fuimos remontando canales de agua preciosos con vegetación a ambos lados y animales de todo tipo en las riberas.

Al llegar al alojamiento (en esa zona hay muchos en las riberas, todas las agencias importantes tienen el suyo propio), nos repartimos en habitaciones y fuimos a cenar. Por la noche volvímos a salir en el bote a recorrer algunos canales en busca de caimanes, al alumbrarlos con una linterna se ven sus ojos rojos o anaranjados, en función de la especie. ¡Y encontramos uno! Increible recorrer esos canales de noche, la sensación es indescriptible... Al haber llovido y ser un día extraño climatológicamente ese día hacía frío, nunca hubiera pensado que necesitara taparme con dos mantas en medio de la selva...

A la mañana siguiente salimos a buscar anacondas. Otra actividad sorprendente, con el bote recorrimos los canales para llegar a una ribera donde bajamos y seguimos un rato a pie. Llevávamos botas de goma, primero porque íbamos a caminar en los humedales por horas, a veces con hasta cuarenta centímetros de agua, y después para evitar picadas o mordiscos de insectos o serpientes. Estuvimos caminando por humedales durante dos horas, a veces me parecía increible estar metido en mitad de aguas oscuras llenas de vegetación buscando anacondas sin ver qué animal podía estar pasando cerca de mis pies... La anaconda no es venenosa, simplemente son peligrosas las más grandes (5-7 metros), ya que tienen mucha fuerza y pueden estrangular a  una persona. No es la mejor época para encontrarlas, ahora es época de no lluvias pero todavía está todo inundado y la anaconda es una serpeinte acuática, en agosto o septiembre está todo mucho más seco y resulta más fácil verlas. Al final vimos una pero no pudimos cazarla, únicamente vimos su cola y se escabulló en el agua inmediatamente. De todas formas pudimos ver monos nocturnos, buhos y buitres.

En los paseos en bote aprovechábamos para identificar animales, es impresionante la cantidad de ellos que se ven en el parque. Vimos pájaros de todo tipo y tamaño, como jabirús, sereres, garzas, cormoranes, tucanes, buitres, etc., además de capibaras, caimanes, tortugas, bufeos (delfines de río), perezosos, pirañas, monos nocturnos, monos capuchinos, mono chichilo y mono aullador. Hay mosquitos pero al coincidir que estuve en unos días no tan calurosos no fue tan grave el tema. Con algo de repelente no molestaban mucho.

Después de almorzar fuimos a pescar pirañas. Antonio nos llevó a un canal algo secundario y allí nos arrinconamos en un sitio tranquilo a pescar. Con unos anzuelos y algo de carne de res, espectacular cómo la pirañas se avalanzaban a por la carne en cuanto la metías en el agua. Aunque no resulta del todo fácil pescamos algunas pirañas, tanto rojas como amarillas, y las dejamos ir otra vez (no las comimos). Es curioso comprobar que hay gente que vive por ahí, la mayor parte y en esa zona viven del turismo. En nuestro alojamiento estaba Palmira y otros dos chicos que pasan la mayor parte del año ahí, ella es la cocinera y ellos gestionan cualquier cosa de lugar, abastecimientos, reparaciones, etc.

Al día siguiente y antes de emprender la vuelta a Santa Rosa y a Rurrenabaque fuimos a nadar con los bufeos, los delfines rosas de río. Esta vez Antonio nos llevo a un canal algo más amplio, habíamos visto delfines en varios canales, se les ve cuando salen a respirar a al superficie, pero Antonio sabe donde viven en manada. Debe ser que les gusta las aguas más profundas, y por eso fuimos a un canal algo alejado pero amplio y profundo. Y allí estaban, cantidad de delfines rosas saliendo a respirar... El tema era meterse al agua, sabiendo que por allí merodean varios tipos de caimanes, aligators y muchos tipos de piraña.

De todas formas Antonio nos explicó que los delfines comen pirañas, es por eso que en las áreas donde viven ellos éstas no se atreven a entrar, y los caimanes tampoco ya que no se deben llevar bien con los delfines, jejeje. También había escuchado en uno de los muchos documentales que me trago cada día en la tele que los caimanes, cocodrilos y demás de su especie no atacan casi nunca en aguas profundas... Así que para comprobarlo me metí al agua, junto al chico belga y los dos chicos suecos. Menos mal que Antonio nos avisó (después de meternos) que no nos asustáramos si los delfines venían a tocarnos por debajo del agua, y así era, sentías toques y algún semimordisco...

A Stefan incluso le vino un delfín, sacó su cola fuera del agua a menos de medio metro de su cara y le salpicó dos veces... La verdad salimos algo rápido, además de que a veces tocabas ramas de árboles con los pies, o eso creo yo que eran... Vaya que es un tema no apto para mentes imaginativas y asustadizas. Después de eso vuelta a Santa Rosa en la barca y en 4x4 a Rurrenabaque. Espectacular visita a la selva amazónica, no me imaginaba esa parte de bolivia tal y como es, y como ya he dicho varias veces, ¡Bolivia me ha vuelto a sorprender!

lunes, 4 de junio de 2012

Ascensión al Illimani (6.462 msnm.)



Día -1, La Paz:  después de sufrir durante los últimos días el surrealismo comercial de varias agencias de La Paz (en esta ciudad algunas veces parece que en vez de venderte algo te estén haciendo un favor), tenemos contratada la ascensión al Illimani completa con la agencia Altitud 6.000 de Juancho.

Nuestro guía será Cecilio, certificado por la UIG y con mucha experiencia, creedme que esto es importante para subir una montaña como esta y en un país donde no hay seguros ni mecanismos de seguridad que no sean los que uno mismo aplica. Vamos a la agencia a comentar el programa y a probarnos el equipamiento. Llevaremos casco, gorro, polar, chaqueta externa, pantalones externos, pantalones internos, arnés, botas, crampones, polainas, piolets, linterna frontal, gafas de sol, crema solar, guantes, carpas (tiendas de acampada), todo el material de cocina y comida, bolsa de dormir de -20ºC y colchoneta, además de mochila de ataque, agua y snacks varios. El guía lleva su propio material como cuerdas, tornillos, mosquetones, etc. Además de nuestras cámaras de fotos compactas Vincent nos presta una cámara GoPro que se pega en el casco o en cualquier sitio y que se programa para sacar video o fotos cada equis segundos. Además de guía llevamos cocinero (Simón) y tenemos mulas contratadas para subir y bajar el equipo al Campo Base y porteadores para subir y bajar al Campo Alto.



Día 0, La Paz: a las 8:30 de la mañana nos pasan a recoger Cecilio y Simón con Jaime, el chófer. Tenemos un minibus contratado para nosotros y para llevar el equipo. Cruzamos La Paz dirección Palca y paramos en Chasquipampa para que Simón haga las últimas compras de comida.

Por el camino pasamos por Palca (precioso ver el cañón de Palca desde debajo), vemos buscadores de oro en el rio y en las riberas y a medio camino el típico pinchazo que arreglan rápidamente el chófer y la cholita que le acompaña. En ese parón aprovechamos para comer los frutos de unos cactus que hay por el lugar, parecidos a kiwis, bastante ricos aunque nadie sabe decirme el nombre. Ya llegando a las faldas del Illimani pasamos Quilihuaya y llegamos a Pinaya (está a casi 4.000 msnm y se llega en tres horas desde La Paz).


Almorzamos unos sandwiches y llegan las mulas para transportar el equipo hasta el campo base. Las cholitas que las manejan cargan todo y salen disparadas, ¡imposible seguirlas, qué velocidad! Al atravesar el pueblo los niños se nos acercan y tímidamente nos piden caramelos "¿Dulce regalamé?". Graciosísimos y a la vez complicado comunicarse con ellos, aunque lo intentamos, ya que la mayoría habla principalmente aymara. Tardamos unas tres horas en llegar a Puente Roto, donde ubicaremos el campo base (4.500 msnm.).

El paisaje precioso, todo muy verde, mucha agua, y muchos animales, llamas, ovejas, caballos, mulas, cerdos... y el Illimani de fondo, inocente, como si no quisiera darse cuenta de que queremos subirlo. Se nota que la zona es bastante fértil. A media tarde tenemos las dos carpas montadas y podemos descansar y pasear un rato por la zona. Monto la cámara que nos ha dejado Vincent y sacamos fotos de todo el atardecer. Cenamos algo y a dormir, bueno es un decir, porque no dormimos casi nada por lo incómodo del piso...


Día 1, del campo base (4.500 msnm.) al campo alto (Nido de Cóndores, 5.500 msnm.): despertamos hacia las 8 de la mañana y desayunamos antes de partir hacia el campo alto. Desmontamos el campo base, esta vez el equipo lo subiran dos porteadores que tenemos contratados.
Este paseo ya no es tan fácil como el de ayer, tardamos unas cinco horas hasta el campo alto. A medio camino almorzamos y empezamos a encontrar nieve. Nos vamos elevando por encima del paisaje, es decir, cada vez vemos las cosas desde más arriba, al fondo el Alto y La Paz y el Huayna Potosí a la derecha. Por la izquierda un mar interminable de montañas con unos tonos de color espectaculares y muy variados... ¡estamos en Los Andes!
Cuando empezamos a pisar nieve nos ponemos las botas y los crampones, soy un auténtico patán con ellos (sólo los he usado antes para subir al Huayna...).

Empieza el baile, algunas subiditas de unos 40-45º y algunas crestas bien estrechas con desfiladeros a ambos lados, si uno se cae por ahí, ¡chao! Cecilio (el guía) se pone en cordada conmigo y en los tramos más peligrosos se asegura a alguna roca o donde puede. A ambos lados de las crestas hay como una especie de hondonadas donde la acumulación de nieve es espectacular. De vez en cuando se oye un gran estruendo, y al girarnos vemos algún serac desprendiéndose y formando avalanchas, la sensación en el cuerpo al ver y escuchar eso es algo inquietante...

Finalmente llegamos al Nido de Cóndores y montamos las carpas, encima del hielo claro. Los porteadores se vuelven a Pinaya, volverán al día siguiente para bajar el equipo otra vez. Desde al campo alto las vistas son increibles, parecidas a las del campo base pero a 5.500 msnm. Además a ambos lados las laderas del Illimani preciosas, repletas de nieve (este año hay mucha nieve acumulada). Hacia arriba vemos la cumbre, parece que esté bien cerca pero... Al atardecer empieza a hecer algo de frio, por la noche quizá se llegue a los -15ºC. Esa noche tampoco duermo casi nada, primero porqué el piso es irregular, parece la cama de un fakir, y después porqué es hielo, y aunque tengo un saco de dormir de -25ºC a veces si uno se queda demasiado tiempo quieto se nota cómo el frio traspasa carpa, colchoneta y saco... ¡Incomodísimo!




Día 2, coronando el pico sur del Illimani (6.462 msnm.): despertamos a la 1 de la madrugada y desayunamos. Dá una pereza increible salir de la carpa, estamos a 5.500 msnm.... A las 2 estamos listos para partir. Llevo 5 capas de ropa y dos pantalones puestos, las botas, doble calcetín, crampones, polainas y arnés. Luz frontal y mochila de ataque, con agua, chocolates, frutos secos, gafas de sol y crema solar.

Instalamos la cámara GoPro en el casco del guía, la encenderemos cuando amanezca. Y partimos. Lo primero pasar unas crestas que más tarde cuando las vi de bajada me asustaron mucho más que por la noche, ya que entonces no se ve el precipio que hay a los lados. Después ya vamos subiendo poco a poco, la verdad es que hasta el amanecer las horas pasan más o menos rápido. Hay que ir subiendo de costado, muy pocas veces (casi ninguna) tenemos que subir clavando piolet y punta de crampón. No se nota demasiado el frío, pero me doy cuenta que a cada rato voy un poquito más despacio. Amanece. Amanece por la parte de la montaña trasera, la que no estamos subiendo, y cuando el sol sube un poquito (aún no lo vemos) se proyecta la sombra del Illimani en forma de pirámide hasta muy lejos.

Hacia la derecha vemos perfectamente el Huyna-Potosí, y al lado el Alto y La Paz. En el medio y muy a lo lejos se vislumbra el lago Titicaca y hacia la izquierda y emergiendo en el horizonte vemos el Sajama y los Payachatas (el Parinacota y el Pomerape), preciosa vista. Vamos parando de vez en cuando a beber agua o comer algo, pero la verdad es que llevamos un ritmo muy constante, aunque yo cada vez necesito parar más a menudo. Avanzo un minuto y tengo que parar 15-20 segundos a recuperar, y para desesperación mía llego a una subida donde la nieve está muy floja y se hunde a mis pasos, y no me deja avanzar, me devuelve al punto de partida. Estoy ahí clavado como 5 minutos, bastante frustrado y maldeciendo, hasta que al final Iñaki me sugiere probar otra técnica y funciona. Los guías bolivianos la verdad es que no son demasiado instructivos, a veces parece que tengas que nacer enseñado, ellos no explican demasiado, por muy buenos que sean.

La ascensión se me está haciendo muy larga, y creo que eso va minando mi fortaleza mental. Cuando hay una subida fuertecita (con inclinaciones de unos 40-50º) y veo que llegamos al final, a una zona de descanso con menos inclinación, justo empieza otra, y otra, y otra... A los lados tenemos un paisaje impresionante, las laderas del Illimani repletas de nieve. Seguimos avanzando y por fín llegamos a la famosa Escalera al Cielo, una pared de unos 200 metros con una inclinación de 60º aproximadamente. Se va subiendo de costado o clavando puntas, un poquito más de inclinación y deberíamos ir clavando piolet. Esa pared me acaba de rematar, se me hace interminable, tengo que parar ahora cada 20-30 segundos. Y claro ralentizo a Iñaki y al guía porqué vamos los tres encordados.

Físicamente estoy fuerte (llevo muchas semanas saliendo a correr por La Paz y a caminar varias horas), y cardiovascularmente nunca he tenido demasiado problema, pero aquí se junta todo, el cansancio, la altura y la falta de oxígeno y sobretodo el cansancio mental. Yo creo que esto último es lo que más me está afectando, ya que no me siento mal ni de piernas ni de pulmones ni tengo ningún síntoma de mal de altura. Vamos algo lentos, normalmente desde el Nido de Cóndores se hace cima (estamos subiendo al Pico Sur) en unas 6 horas, y ya hemos superado ese tiempo y aún nos queda... Pasamos la Escalera al Cielo, pensando que ya estaríamos casi, pero todavía queda algo, eso me desmoraliza bastante. Alguna subidita más, estoy destruido y empiezo a tener dudas... Esa hora se me hace eterna, descansamos un rato disfrutando de las vistas, ya debemos estar a unos 6.350 msnm., pero la cima nunca llega.

Voy a paso de tortuga, pero finalmente llegamos a una zona más plana y el guía dice que ahí nos podemos descordar. Ya no hay peligro. El guía me dice que la antecima está ya ahí mismo, a unos 100 metros y después de una subida no muy dura que vemos delante nuestro. Evidentemente 3 segundos después de descordarnos Iñaki y el guía ya me sacan 50 metros. Yo camino 10 segundos y paro 30. Las vistas son increibles, ya vemos el pico escondido que queda en la parte de detrás (el Illimani tiene 4 picos de más de 6.000 metros, desde La Paz se ven 3, el otro queda escondido en la cara sur). Pronto los pierdo de vista y me quedo solo, completamente solo. Ese día no hay nadie coronando el Illimani excepto nosotros y tres americanos que van muy por detrás ya que atacan la cumbre directamente desde el campo base.

Además suben con los esquís a la espalda, para tirarse desde la cima esquiando (se les ve muy profesionales...). Me noto muy mal, y no sé porqué. Cómo decía antes debe ser una acumulación de todo, porqué no me siento especialmente mal por ningún motivo concreto. Voy tambaleándome, de lado a lado, doy un paso y paro 15 segundos, otro paso, otro parón, otros dos pasos, un ritmo agónico. Mentalmente estoy muy afectado, no pensaba que iba a ser tan dura la ascensión, quizá por eso estoy algo desmoralizado. Todavía no veo la cima, veo la subidita que en teoría llega a la antecima, y cómo se curva al final, pero no veo nada más, ni a nadie. Avanzo un poco más pero no puedo, estoy bloqueado, mi mente piensa de todo, y uno de los pensamientos es que no lo voy a lograr. Y cada vez lo tengo más claro, incluso me imagino escribiendo este artículo y explicando que me quedé tirado a 100 metros de la cumbre...

Intento avanzar pero sigo quieto. En algún momento creo que estoy a punto de desmayarme, y si sucede eso no me va ver nadie. Debo estar a casi 6.400 msnm. y voy solo. Llevo más de siete horas de ascensión. En ese momento pienso que necesito algo de líquido. De hecho me doy cuenta de que he bebido poco líquido en todo el ascenso, quizá medio litro, ¡es poquísimo!, y en altura hay que beber mucho líquido. Eso quizá me ha afectado también. Me quito la mochila como puedo (a esas alturas me cuesta quitármela de la espalda) y saco mi botella. La abro... ¡Y está congelada! ¡No puede ser! No está del todo congelada, hay algo de líquido, pero el tapón sí está completamente congelado. Intento romper el hielo con mis dientes, lo rasgo una y otra vez, empiezo a desesperarme. Pero no hay manera. Guardo mi botella y pienso en comer algo. lo que más a mano tengo es algo de maní, no tengo ni ganas de buscar una tableta de chocolate que tengo perdida en el fondo de la mochila.

Como algo e intento seguir. Avanzo unos pasos, paro, otro más... sigo agonizando pero he avanzdo un poco. En ese momento miro arriba. Al final de la curvatura de la subidita que lleva a la precima distingo lo que parecen dos cabezas, son Iñaki y el guía. Y están allí parados. Eso me dá algo más de energía... ¿será la cima? Ahora avanzo más fácilmente, llego a la subidita y sigo, parece que lo voy a lograr, ver a Iñaki y al guía me ha dado algunas fuerzas nuevas. Sigo subiendo, ya les veo casi enteros, están sentados. Al fin me acerco lo suficiente para ver que todavía no están en la cumbre, me están esperando. ¡Pero la cumbre ya se ve! Está a unos 100 metros y el camino hasta allí es casi plano.

Voy con Iñaki, esta vez ya camino algo más normal, parece que me he reanimado algo. ¡Llevamos casi ocho horas ascendiendo! Caminamos cinco minutos y llegamos a la cumbre. ¡Hemos coronado el pico sur del Illimani! ¡Estamos a unos 6.462 msnm.! Impresionante, tenemos uns vistas increibles en todas direcciones. En ese momento se me bloquea mi mente y rompo a llorar, no soy de lágrima fácil pero esta vez no puedo aguantarme. Y no sé si es por la emoción, por la acumulación de nervios, por el esfuerzo realizado, o por otras cosas que me vienen a la cabeza. Pero me da por llorar. Aún así consigo mirar a mi alrededor, y abrazarme a Iñaki y al guía, lo hemos logrado.

Cecilio nos dice que estaremos ahí diez minutos antes de iniciar el descenso. Aprovechamos para hacer unas fotos, aunque el paisaje es tan inmenso que hasta resulta poco fotogénico. Estamos en el segundo punto más alto de Bolivia, espectacular. Después de una última mirada al paisaje empezamos el descenso. Ya se me ha pasado el malestar que tenía, o el bloqueo físico-mental, no sé muy bien qué era. A cien metros de la cumbre nos encontramos con los tres americanos que están llegando. En las paredes de 40-55º que antes subíamos bien despacio y de costado ahora nos lanzamos resbalando, clavando el talón y dejándonos deslizar ya que la nieve está floja.

De vez en cuando descansamos un poco pero ya no hay tanta necesidad. Eso demuestra que mi bloqueo era más mental que físico. Ahora el sol ya está más alto, y cada vez tenemos más calor (creo que nunca pasé frío durante el ascenso). A media bajada los americanos nos pasan esquiando. Esa parte de la montaña está muy bien para esquiar, después veremos cómo paran y siguen caminando como nosotros al no atreverse a lanzarse por zonas mucho más peligrosas. En unas horas estamos en el Nido de Cóndores (campo alto). Ahí nos está esperando Simón y los porteadores. Descansamos casi una hora y comemos algo. Recogemos el equipo y seguimos el descenso.

Los porteadores nos esperan donde se acaba la nieve para quitarnos botas y crampones. Nuestro calzado lo habíamos dejado escondido allí, tapado por unas piedras. Seguimos descendiendo, ya se vuelve a notar el cansancio, llego al campo base algo cansado. Allí nos están esperando las mulas para bajar todo otra vez hasta Pinaya. Esta vez hay más gente acampada allí que cuando nosotros estuvímos. Deberíamos quedarnos ahí a dormir según el plan original pero decidimos bajar a dormir a Pinaya. Otras dos horas más. Ahora sí que vamos bien cansados, llegamos a Pinaya ya de noche, Simón se había adelantado y ya ha montado las tiendas. Al final en todo el día hemos caminado 15 horas, sin duda mi récord en un día, y con un desnivel de 5.500 msnm. a 6.462 msnm. y de ahí descenso hasta algo menos de 4.000 msnm. ¡Paliza brutal! Cenita de pasta con chorizo y salsa de tomate y a dormir. Esta noche sí dormimos bien, además de que estamos sobre hierba alta el cansancio creo que nos puede.


Día 3, vuelta a La Paz: despertamos pronto y desayunamos esperando al chófer que está viniendo desde La Paz a buscarnos. Recogemos todo cuando llega y nos vamos. Tres horas más y estamos en La Paz, para disfrutar de un merecido buen almuerzo en el Sancho Panza.